martes, 14 de abril de 2009

La mirada extranjera también los vio jodidos…


La etapa de la Revolución Mexicana aportó muchas anécdotas interesantes: políticas, económicas, sociales, y claro está, culturales. La sociedad buscaba formas para amenizar la vida a pesar de la decadencia en que se situaban. Esa transición que se daba a inicios del siglo XX indagaba por el cambio que lograría sacar a la gente de la miseria en que se vivía. Se pensó que la Revolución Mexicana sería un fracaso, pues Porfirio Díaz era justificado por la clase beneficiada por su política nacional. Pero la mayoría, el pueblo mexicano, se hartó de la situación e impulsó ese cambio tan esperado. El fenómeno revolucionario influenció también a muchísimos intelectuales mexicanos que se identificaban con aquella causa de lucha. Entre vastos escritores de aquella época podemos destacar a uno en especial, que si bien no es mexicano de nacimiento, adoptó nuestra cultura nacional y la compartió con el mundo a través de su literatura. Este famoso escritor alemán fue conocido como B. Traven, y para dar a conocer su obra se presentará su libro titulado “La Carreta” de 1931.


B. Traven nació en Alemania en 1882. Utilizó una serie de seudónimos que ocultaban su verdadera identidad: Berhard Traven Torsvan. El escritor llegó a México en 1924 y fue influenciado por la Revolución Mexicana. Escribió en alemán y desde México mandaba su trabajo a su país de origen. De ahí que su obra fuera distribuida en el resto del mundo haciéndolo una persona ampliamente conocida. Sin embargo, Traven rechaza la publicidad, pensando que sus libros deben hablar por sí solos. Uno de sus primeros libros titulado “La Carreta”, nos expone la ambigüedad del término libertad a finales de la dictadura porfirista en México. Para el vulgo mexicano no existía una amplia gama de trabajo y lo que importaba (en aquel entonces, como hoy día) era primordialmente llevar un sustento económico para la familia a pesar de la explotación que recibía el hombre. Se decía que el indio era libre de hacer lo que quisiera, pero las circunstancias lo forzaban a encadenarse a la injusticia de los mandatarios. También juega un papel importante la educación nacional de acuerdo a las jerarquías sociales, puesto que la falta de lógica y cultura general dan pauta para que la gente carente de éstas pueda ser manipulada por los poseedores del mando o poder en sus distintos niveles.


Sus páginas nos relatan la vida de un indio mexicano sureño, Andrés Ugaldo, quien vive al lado de su familia una especie de esclavitud asalariada, pues los indígenas de la época pre-revolucionaria no tenían otra opción más que trabajar como peones y criados en haciendas o fincas, donde se les explotaba y mal-pagaba. El indio necesitaba cubrir sus necesidades y las de su familia, pero nunca contaba con el dinero suficiente para adquirir sus productos básicos. Los dueños de las fincas eran estafadores que se aprovechaban de la ingenuidad del indio para engañarlos con frivolidad. La única forma en que el indio podría adquirir sus bienes necesarios era mediante un préstamo del jefe, quien tomaba ventaja de esto para acrecentar la deuda del peón sin que éste se diera cuenta, y así, los indios se veían atados a su trabajo en orden de pagar el préstamo otorgado.

Andrés fue separado de su familia a una corta edad para trabajar al lado de un hombre que le dio la posibilidad de aprender a leer y escribir. A partir de sus conocimientos, Andrés comenzó a analizar la pobre situación que vivían él y muchos otros. Su filosofía de vida se convirtió en encontrar un buen motivo para hacer las cosas y no dejarse manipular por el más fuerte. Andrés odiaba pensar que el indio estaba sumamente acostumbrado a recibir órdenes y nunca pensar por sí mismo. Más tarde el destino lo llevó directamente a un trabajo que le mostró más allá del pequeño espacio en que vivía. Su nueva labor consistía en el transporte de mercancía encargada por medio de una carreta y unos bueyes para jalarla; gran responsabilidad pero una excelente forma de conocer las ciudades importantes de los estados al sureste de la república. Su nuevo trabajo le permitió descubrir cosas que jamás había imaginado, hasta el amor.

El padre de Andrés, quien lo había apoyado en otras ocasiones, ahora necesitaba del apoyo de su hijo para salir de un adeudo difícil que ponía en peligro su vida. La vida del indio no era sencilla, sino al contrario.


“La Carreta” de B. Traven nos sitúa en la época pre-revolucionaria se remarcan las clases sociales, injusticia y desventajas. El peonaje o cualquier otra labor que desempeñaba el indio eran asalariadas al antojo del patrón. No había dinero y el hacendado actuaba totalmente con fines de lucro. También existía un desarrollo fortalecido en el norte del país mientras que los estados al sur se veían marginados. Cabe señalar que el norte del país se encontraba fuertemente industrializado y comunicado por el sistema ferroviario impuesto por Díaz. En cambio, el Sur no contaba con dichas ventajas y de ahí la necesidad de emplear el uso de las caravanas de hombres transportando sus mercancías en carreta con ayuda de una yunta. Por último, las mismas desventajas sociales lograban que sólo unos se enfocaran en la modernidad. Las clases beneficiadas únicamente presentaban un comportamiento enfocado en acrecentar sus ganancias. Mientras tanto, los indígenas estancados en la pobreza no podrían pensar más que en alimentar a su familia y disfrutar de la vida prestada que les dejaban.

Omar López, FES-Aragón-UNAM

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