viernes, 24 de abril de 2009

Los caminos de Juárez


De Andrés Henestrosa
Andrés Henestrosa inició su educación básica en Oaxaca. Hasta los 15 años de edad sólo habló su lengua madre, el zapoteco. En esa fecha se trasladó a la Ciudad de México, donde durante un año estudió en la Escuela Normal de Maestros, lo cual le permitió el dominio del español, de ahí pasó a la Escuela Nacional Preparatoria y luego a la Escuela Nacional de Jurisprudencia, al mismo tiempo, estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue durante esta época (1927) que a sugerencia de uno de sus profesores, Alfonso Caso, inició sus obras escritas, le sugirió que escribiera las leyendas y fábulas que Henestrosa refería oralmente, haciendo aportaciones destacadas al indigenismo, recreó, con una prosa llena de brío y eficacia narrativa, cuentos y leyendas de su tierra zapoteca, tomados del acervo popular.Es así como Henestrosa se da a la tarea de escribir "Los caminos de Juárez", en donde nos narra la infancia, y la muerte de aquél niño oaxaqueño que llegó a ser presidente.Pareciera que esta es una historia de hadas, pero maravillosamente no fue así, fue una historia verdadera de lucha y emprendimiento, de amor, valor y coraje por aquello que muchos tienen pero no aprecian, por tener el deseo de querer aprender, y de poder enseñar.

Desafortunadamente sólo ha habido un Benito Juárez en la historia, pero gracias a él pudimos aprender mucho; huérfano desde temprana edad y envuelto en la necesidad de vivir con su tío Bernardino en Guelatao Oaxaca, nunca se dio por vencido ya que él era especial. Como nos los menciona el texto, el quería aprender, y aunque no asistía a la escuela, tuvo la educación de la tierra, y la magia de una laguna, donde aprendió a no sólo ver sino observar, aprendió lo que muchos desean y casi nadie logra, a escuchar y a entender. Aprendió a esperar, como nos narra Henestrosa en el texto "horas de angustia", ya que al estar sobre un guijarro de tierra, que bien parecía una chinampa, veía alejarse poco a poco y cada vez más su humilde jacal (hoy tesoro de la nación), pero no desesperó y como sólo los grandes hombres, supo esperar el momento, y al saberse salvado pudo regresar a su hogar, tuvo la tranquilidad y carácter que después supo llevar como Presidente de la Rrepública. Otro hecho que marcó la historia de Juárez (sino es que el más importante), fue la "oveja perdida", punto en el cual Juárez huye de Guelatao para encontrar a su hermana que vivía en casa rica.

Pasando hambre y frio, pero con el firme propósito de encontrarla, y al hacerlo sacar las penas como sólo los zapotecos lo saben hacer, llorando hombro con hombro, cara a cara; que sería de México si no hubiese existido Antonio Maza, personaje que le extendió la mano y quien tuvo una hija, que posteriormente sería la esposa de Juárez, hombre que le dio educación, y que con ello forjóo a uno de los mejores hombres de la nación. Como todo buen hombre, contó con una gran mujer, Margarita Maza de Juárez, hija de Antonio Maza vivió los buenos y malos momentos con Juárez, comprendía perfectamente a su amado, y ayudaba en cosas tan mundanas que “el indio” (como él se hacía llamar) no entendía; anudarse la corbata, arreglarse la camisa, etc., pero siempre estando con él no importando la situación.

Los caminos de Juárez, también es una historia de humildad, enseñanza que Juárez quería transmitir a su pueblo, lo demostró en múltiples ocasiones, cuando sirvió como soldado en el ejército, entró “para ayudar en lo que pudiese”, y nunca mencionó su nombre pues no lo creía necesario, de hecho el batallón no hubiera sabido su nombre sin es por una carta que llegó a su nombre, exclamando que él estaba ahí, porque ahí se peleaba por la libertad. Cuando su ama de llaves lo confundió con un sirviente, y él no interpeló a su posición que tenía en la casa como dueño, sino que se sirvió de las cosas que necesitaba con gran humildad.


Cuando en un teatro un ranchero usurpó su lugar, Juárez no dijo nada, y buscó otro sin armar alboroto alguno, dicho ranchero al saber su grave falta pidió disculpas, a lo que Juárez las aceptó cordialmente. Incluso, dicha humildad se la transmitió a su hija, ya que ésta, en un baile le negó una pieza a un joven y pobre estudiante, a lo que su padre le recordó que él era igual de humilde, y que si no hubiera sido por sus ganas de aprender, seguramente estarían en la misma situación.
Juárez fue un hombre firme, como la tierra de Oaxaca, como los zapotecos, no perdía la cabeza, resignándose ante situación alguna, se enlistó en el ejército, para ayudar en lo que pudiese, inclusive si hubiese sido necesario dar su vida, cuando su amada esposa muere y sólo sale una lagrima que resumía su gran dolor por la pérdida, e inclusive en su propia muerte, no quería que amigos y enemigos se preocuparan por él, y hasta sus últimos instantes trato de aparentar hasta sus límites, la seriedad que lo caracterizó.


Y, hasta el último suspiro, murió como los grandes, no dejando asomar la cara de la muerte a los demás, tapando su rostro, rostro rígido, firme, pero sereno, tranquilo de haber ayudado a su país.
Los caminos de Juárez, fueron muy especiales, desde su Guelatao, hasta la gran urbe, pero al final llegaron a la cúspide de una gran vida, de un gran hombre, de un gran héroe. Estos caminos son una enseñanza para nosotros, ya que nos demostró que el cielo es el límite, que podemos llegar a ser lo que nos planteemos ser, siempre y cuando creamos en nosotros mismos y la flama de nuestros deseos no se extinga.

Termino este texto, citando esta gran frase, “porque Benito Juárez caminó, México camina. Con él, otra vez, el indio se puso en pie, para que fuera verdad y se cumpliera la sentencia que más tarde formuló José Martí: hasta que el indio no camine no caminará América.”Que viva, porque sigue viviendo, Benito Juárez.
Alumno: Preciado Hernández Saúl Daniel, FES-Aragón-UNAM

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