domingo, 18 de mayo de 2008

El nombre de la Rosa

Umberto Eco nos envuelve en un paisaje de la edad media filosófica con sus costumbres, creencias y formas de ser, ya que el autor dedica tiempo y capítulos a recrear el mundo interior del momento histórico.

Todo comienza cuando el joven novicio Adso de Melk y su maestro Guillermo de Baskerville llegan a una abadía donde se le encomienda investigar una misteriosa muerte de un monje. Más muertes se ocurren mientras la investigación sigue su paso por revelar el motivo de ellas, en el cual todas son relacionadas con un libro prohibido.

Un número aparentemente limitado de sospechosos, varias posibilidades en cuanto a motivos con las que el autor juega hábilmente y a veces siniestro en la descripción de personas y ambientes para resolver los crímenes. Los rostros lúgubres y macilentos de los religiosos pronto ganan profundidad a medida que Guillermo de Baskerville va descubriendo la historia oculta de varios de ellos. Frente a la simplista explicación de los demás frailes, el demonio está detrás de los decesos y son anuncios de la aproximación del Apocalipsis junto con el anticristo, Baskerville representa el racionalismo, el orgullo intelectual que trata de oponer explicaciones lógicas a la superstición, cosa que hace ser considerado hereje y una herramienta del diablo.
La biblioteca da su principal ocupación a la mayoría de los personajes: traductores, ilustradores, estudiosos de diversas ramas que se reúnen en ella, y de ésta nacen los elementos clave de la trama. Pero el personaje principal, tal vez, sea la enorme biblioteca que por cierto, no cualquier persona tiene acceso a un libro que en ella se encuentre y solo el bibliotecario puede entrar. Esta novela provoca la intriga y te mete de lleno con lo sentimientos que cada uno de los personajes. El final es demasiado inesperado, pero no arruinemos la novela que algunos lectores no han gustado de leer esta obra tan mágica como lo es “El nombre de la rosa”.
Por Luis Abye Vargas, estudiante FES=Aragón

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