"El sentimiento de soledad, por otra parte, no es la ilusión –como a veces lo es el de la inferioridad- sino la expresión de un hecho real: somos en verdad distintos, y en verdad estamos solos... La historia de México es la del hombre que busca su filiación, su origen...cruza la historia como un cometa de jade… En su excéntrica carrera ¿qué persigue? Va tras su catástrofe: quiere volver a ser sol, volver al centro de la vida de donde un día — ¿en la Conquista o en la Independencia?— fue desprendido. Nuestra soledad tiene las mismas raíces que el sentimiento religioso. Es una orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del Todo y una ardiente búsqueda: una fuga y un regreso, tentativa por restablecer los lazos que nos unían a la creación."
El Laberinto de la Soledad desmiente paso por paso la soledad que hemos sentido siempre, pero de verdad ¿estamos solos? ¿Qué no todo el tiempo estamos rodeados de miles de personas? La soledad en la identidad de México y del mexicano comienza cuando el país se convierte en tierra fértil para extranjeros y discrimina a los morenos nacionales que viven en una constante esperanza, aguardando el momento de encontrar un avance significativo en ámbitos: sociales, culturales y políticos.
El Laberinto de la Soledad desmiente paso por paso la soledad que hemos sentido siempre, pero de verdad ¿estamos solos? ¿Qué no todo el tiempo estamos rodeados de miles de personas? La soledad en la identidad de México y del mexicano comienza cuando el país se convierte en tierra fértil para extranjeros y discrimina a los morenos nacionales que viven en una constante esperanza, aguardando el momento de encontrar un avance significativo en ámbitos: sociales, culturales y políticos.
La identidad del mexicano se empieza a constituir sola en el momento en que son apartados de sus Dioses (a los que rendían tributo para ser remunerados con un beneficio para la comunidad en general), a ellos y a sus dogmas debían su tipificación y no tenía miedo a la comparación y a la inferioridad. Debido al arribo de los españoles y de la Virgen de Guadalupe, tuvieron que aprender a disimular y negar sus raíces, engrandeciendo las forasteras. Quedándose solos, habían abandonado sus deidades y sus Dioses a ellos.
El mexicano es celoso de su intimidad por eso dicen que los hombres no deben llorar, ni mucho menos expresar sus sentimientos porque eso sería rajarse, como las mujeres que están rajadas desde que nacieron y por eso no tienen el mismo valor que los varones. Son mascaras: la cortesía y la desconfianza, no es el mexicano en esencia, es un disimulo encarnado después del paso de los españoles. El mexicano no es productor porque no confía en su persona.
Parecía en algún momento que México había encontrado su identidad nuevamente, con la Revolución, tratando de tirar esos pesados disfraces de la apariencia extranjera, llevados a cuestas por los indígenas nacionales.
Es así como Octavio Paz narra la soledad efímera del “pachuco” en Estados Unidos y del adolecente solo en busca de su identidad. La fiesta es un escape para los mexicanos, después de reprimir sus emociones y sentir, con gritos, alcohol, silbidos y mentadas de madre derrochan dinero para que algún día regrese en esa misma abundancia, en donde incluso al estar en el éxtasis de la adrenalina dejan que su rostro -y no su máscara- sea la que goce y conviva con la gente, dejando por momentos su inmensa soledad de lado.
Dice Octavio Paz "dime cómo mueres y te diré quién eres". Ya que en la medida en que los mexicanos valoramos y respetamos la muerte, en esa medida es como respetamos y valoramos nuestra vida cotidiana. Los mexicanos nos burlamos de la muerte, incluso la festejamos en noviembre, con grandes comidas que compartimos con los que han muerto. La muerte es una prolongación de la vida, no un punto y aparte. Estamos los mexicanos acostumbrados a encontrar en el hogar a una madre abnegada, resignada tolerante, “chingada”, siendo la mujer no “un instrumento de conocimiento, sino el conocimiento mismo. El conocimiento que no poseeremos nunca, la suma de nuestra definitiva ignorancia: el misterio supremo”.
“Si la chingada es una representación de la Madre violada, no me parece forzado asociarlo a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es la Malinche, la amante de Cortés”. México y el mexicano viven una soledad: histórica y personal. Los dos tratan de ubicarse en el universo para poder entenderse y conocerse, fueron desterrados de sus raíces e intentan encontrar unas nuevas para crecer. México no tiene forma, desde la Conquista, la Independencia, la Revolución, los mexicanos no se resignan a no tener identidad propia que los distinga de los demás como en el tiempo de los mayas. Octavio alude “en el zapatismo había probablemente el germen de la respuesta”. El mexicano solamente existe a través de su historia como tal, pero nunca como forma.
La vida del mexicano es un azar, una catálisis, pues la atracción hacia nuestro pasado es innegable, el volver a sentir que poseemos identidad es atractivo, pero en este inter, el futuro es próximo e impostergable. La palabra mexicanidad ha desaparecido gradualmente de nuestro vocabulario debido a las mascaras que recubren a sus habitantes y a la falta de identidad, que no es otra cosa más que la falta de legitimidad de los mexicanos, el día que nos atrevamos a mostrarnos tal cual somos, ese día dejaremos de ser inferiores a los extranjeros y recuperaremos esa confianza que nos hace falta para ser productivos y no ser más sometidos, entonces no estaremos más solos, entonces la sociedad dejará de ser egoísta.
Cynthia Arzate, FES-Aragón-UNAM
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