Es una obra que consta de ocho capítulos y un apéndice, Octavio Paz hace un recuento de las características del mexicano: el machismo y la mujer abnegada, el festejar a la muerte: desdén, juego, reto, y retorno a la raíz. La música como justificación del alcoholismo y las fiestas derrochadoras que no son más que esperanza de la abundancia que nunca llega.
La historia de una patria ultrajada y resentida que lo evidencia en su forma de hablar: forma rígida por un lado -siempre alusiones sexuales y exaltación fálica-, y a la vez tan flexible, por la inagotable imaginación para usar comparativos, y deformar el sentido de cualquier frase. La Conquista, la Independencia. Los procesos históricos que han llevado a forjar la identidad del mexicano, que está siempre lejos de todos, y de sí mismo incluso. Parecería que tenemos miedo de ser nosotros mismos, pero esto radica más bien en un temor a lo externo.
La historia de una patria ultrajada y resentida que lo evidencia en su forma de hablar: forma rígida por un lado -siempre alusiones sexuales y exaltación fálica-, y a la vez tan flexible, por la inagotable imaginación para usar comparativos, y deformar el sentido de cualquier frase. La Conquista, la Independencia. Los procesos históricos que han llevado a forjar la identidad del mexicano, que está siempre lejos de todos, y de sí mismo incluso. Parecería que tenemos miedo de ser nosotros mismos, pero esto radica más bien en un temor a lo externo.
Lo que viene de afuera puede hacernos daño, mejor usemos máscaras. Los Dioses nos dejaron. Nos han conquistado. Las máscaras del mexicano son un despliegue de sus debilidades, esto queda mejor entendido con la efusiva -y patriótica- frase: “¡Viva México hijos de la Chingada!”
¿Quién es la Chingada?
La patria invadida.
Paz dice ¿y la Virgen de Guadalupe?
Se trata de una intrusión aceptada. El sentido de “Madre” benevolente y el de “Madre” violada.
Las “Dos Madres” denotan una ambivalencia instalada profundamente en la llamada “identidad nacional”, por un lado auto-agresión, humillación, rencor. Por otro orgullo, amor, esperanza y fe.
Patria y religión. La iconografía cristiana es reinterpretada como la imagen de aflicción del mexicano, quién ve entre la sangre, el dolor, y la carga de la cruz de Cristo todo su abatimiento y desprotección, desde aquellos tiempos, cuando los indígenas cedían, conscientes de la derrota, y sin otro referente más que el Imperio -aztecas y colonizadores españoles-, cabizbajos y conformes.
Octavio critica al sistema actual, el que vuelve la vida menos valiosa que un objeto, el que aplasta y vuelve homogéneas a las masas. La herencia forma parte de lo que pretende mostrarnos. Nuestras ideas no son propias, es más en la actualidad ya no surgen ideas. La herencia de Europa y sus ideologías y filosofías dan pie al mal uso. Utilizar un referente europeo en un contexto incorrecto –el latinoamericano- derivó en el arquetipo de “la dictadura latinoamericana”. Recordemos a Iturbide, su Imperio: pasajero y risible.
Paz cita a varios autores quienes se han dedicado a desentrañar las costumbres y la procedencia de la tradición mexicana, como Daniel Cosío Villegas, Alfonso Reyes y Leopoldo Zea.
Concluye con el apéndice llamado La Dialéctica de la soledad, en el cual aborda la relación entre soledad y reflexión, además de que nos recuerda cómo es que las relaciones sociales actuales están fracturadas, y que incluso el despertar sexual viene empañado de una carga simbólica de incesto. La soledad está presente a lo largo de la vida, aún en la juventud, donde el amor se vive “puro”. Siendo el amor un espectáculo de antaño, pero ahora con nuevas dimensiones.
El matrimonio en la actualidad -y desde siempre- ha sido una falsedad, porque un sentimiento no se firma. Se le da una carga “restrictiva”, se convierte en convenio limitado. El amor no tiene bordes. Pero en la actualidad el amor se desconoce.
Concluye con el apéndice llamado La Dialéctica de la soledad, en el cual aborda la relación entre soledad y reflexión, además de que nos recuerda cómo es que las relaciones sociales actuales están fracturadas, y que incluso el despertar sexual viene empañado de una carga simbólica de incesto. La soledad está presente a lo largo de la vida, aún en la juventud, donde el amor se vive “puro”. Siendo el amor un espectáculo de antaño, pero ahora con nuevas dimensiones.
El matrimonio en la actualidad -y desde siempre- ha sido una falsedad, porque un sentimiento no se firma. Se le da una carga “restrictiva”, se convierte en convenio limitado. El amor no tiene bordes. Pero en la actualidad el amor se desconoce.
Un análisis certero y profundo de la sociedad mexicana. Una interpretación amplia de aspectos arraigados en la personalidad del mexicano, que hablan de una historia multidiversa, inestable y en donde Paz nos guía: El juego donde no hay posibilidad más que aceptar México. Aceptarse mexicano.
Aceptar la Soledad.
Aceptar la Soledad.
Sergio Uriel Pelaez, FES-Aragón-UNAM
Y ¡Qué viva México hijos de la Chingada!
Y ¡Qué viva México hijos de la Chingada!
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