Ensayo del libro el laberinto de la sociedad de Octavio Paz
“Nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares. Los países ricos tienen pocas: no hay tiempo ni humor. Y no son necesarias; las gentes tienen otras cosas que hacer y cuando se divierten lo hacen en grupos pequeños. Las fiestas son nuestro único lujo.” Octavio Paz.
El Laberinto de la Soledad logra reflexionar en la visión del mexicano por su país, al considerarlo pobre, mediocre, sin identidad, sin esperanza, entre muchos defectos que resalta Paz, es importante mencionar la importancia de la educación y los valores, sobre todo en la familia, pues es la base de cualquier sociedad.
Para que resulte sana y funcional una sociedad, la madre y el padre tienen que educar a sus hijos, inculcando valores; pues considerando que para los funcionalistas los valores son la base de una sociedad, México efectivamente como dice Paz, es un país pobre y aún así “México está de fiesta”.
Al evadir la responsabilidad de educar niños mexicanos con la intención de lograr un cambio para bien, no es así, al contrario los niños se infectan de la basura de sus padres. El mexicano, es un macho, es un gran chingon, todo lo puede, pues como dice Paz “él nunca se raja” en todo aspecto miente. Mientras la mexicana es un símbolo de fecundidad, para la continuidad de la raza mexicana, ella si se raja, es sobreprotegida por el mexicano y es considerada para mucha gente como un individuo débil.
México, sin embargo es un país que tiene vida, pues sus culturas, comidas, tradiciones, colores, trajes, es algo que no se puede negar; no se podría negar la existencia de que aún existen culturas ricas en México, aunque la ciudad y las zonas que han sido urbanizadas, por un sistema que se ha encargado de destruir las tradiciones y costumbres que antes solían tener, hayan hecho del mexicano un ser mediocre, que no puede controlar su vida, pues vive estresado, la ciudad controla su vida, se convierte en un esclavo del sistema neoliberalista, existente ahora en la misma ciudad de México.
Así el mexicano crece engañado, en una sociedad “falsa”, pues el fingir en el trabajo, hacer relaciones públicas, socializar, ya se hace con un interés, ya no es más por gusto, ahora el gusto por charlar se ha perdido, dejando los intereses político-económicos como factores predominantes en una conversación.
Resulta un reflejo ser así para el mexicano, ante tantos roces de culturas extranjeras, “la llegada de los españoles fue interpretada por Moctezuma- al menos al principio- no tanto como un peligro “exterior” sino como el acabamiento interno de una era cósmica y el principio de otra.” Y así terminan los ciclos, transformándose en victorias y derrotas, la historia siempre es escrita por el vencedor, nunca por el vencido.
La influencia y sobre todo la conquista espiritual, con la que los españoles logran someter, humillar y engañar a todos los pueblos de Mesoamérica termina torturando al mexicano. Y cito a Octavio Paz “El mexicano venera al Cristo sangrante y humillado, golpeado por los soldados, condenado por los jueces, porque ve en él la imagen transfigurada de su propio destino.” De esa manera, concuerdo con el pensamiento de Paz, pues ese Cristo, aquí no era en un principio un Dios.
Un bloque enorme se levanta después de la conquista y según Paz nace una España más, pues somos parte de la tradición Universal de España, pero el mexicano existe en una España abierta, que rompe su cárcel por respirar el aire libre del espíritu.
Recalca bien Octavio Paz, que el mexicano no es el único individuo que siente soledad, pues incluso hay soledad en el nacimiento, en la muerte, cada instante de nuestra vida puede ser un instante de soledad y no es cuestión de elección, es una condición, con la que todo individuo tiene que lidiar.
Así el mexicano considero yo, dentro de mi reflexión, que las heridas del tiempo, que han roto lazos, costumbres, tradiciones e incluso han deformado las situaciones socio-politico-economicas dentro del país, crea desilusión, depresión, perdida de ideologías, aislando al mexicano, transformándole en un “ente” solitario.
Daniel López Beltrán, FES-Aragón-UNAM
“Nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares. Los países ricos tienen pocas: no hay tiempo ni humor. Y no son necesarias; las gentes tienen otras cosas que hacer y cuando se divierten lo hacen en grupos pequeños. Las fiestas son nuestro único lujo.” Octavio Paz.
El Laberinto de la Soledad logra reflexionar en la visión del mexicano por su país, al considerarlo pobre, mediocre, sin identidad, sin esperanza, entre muchos defectos que resalta Paz, es importante mencionar la importancia de la educación y los valores, sobre todo en la familia, pues es la base de cualquier sociedad.
Para que resulte sana y funcional una sociedad, la madre y el padre tienen que educar a sus hijos, inculcando valores; pues considerando que para los funcionalistas los valores son la base de una sociedad, México efectivamente como dice Paz, es un país pobre y aún así “México está de fiesta”.
Al evadir la responsabilidad de educar niños mexicanos con la intención de lograr un cambio para bien, no es así, al contrario los niños se infectan de la basura de sus padres. El mexicano, es un macho, es un gran chingon, todo lo puede, pues como dice Paz “él nunca se raja” en todo aspecto miente. Mientras la mexicana es un símbolo de fecundidad, para la continuidad de la raza mexicana, ella si se raja, es sobreprotegida por el mexicano y es considerada para mucha gente como un individuo débil.
México, sin embargo es un país que tiene vida, pues sus culturas, comidas, tradiciones, colores, trajes, es algo que no se puede negar; no se podría negar la existencia de que aún existen culturas ricas en México, aunque la ciudad y las zonas que han sido urbanizadas, por un sistema que se ha encargado de destruir las tradiciones y costumbres que antes solían tener, hayan hecho del mexicano un ser mediocre, que no puede controlar su vida, pues vive estresado, la ciudad controla su vida, se convierte en un esclavo del sistema neoliberalista, existente ahora en la misma ciudad de México.
Así el mexicano crece engañado, en una sociedad “falsa”, pues el fingir en el trabajo, hacer relaciones públicas, socializar, ya se hace con un interés, ya no es más por gusto, ahora el gusto por charlar se ha perdido, dejando los intereses político-económicos como factores predominantes en una conversación.
Resulta un reflejo ser así para el mexicano, ante tantos roces de culturas extranjeras, “la llegada de los españoles fue interpretada por Moctezuma- al menos al principio- no tanto como un peligro “exterior” sino como el acabamiento interno de una era cósmica y el principio de otra.” Y así terminan los ciclos, transformándose en victorias y derrotas, la historia siempre es escrita por el vencedor, nunca por el vencido.
La influencia y sobre todo la conquista espiritual, con la que los españoles logran someter, humillar y engañar a todos los pueblos de Mesoamérica termina torturando al mexicano. Y cito a Octavio Paz “El mexicano venera al Cristo sangrante y humillado, golpeado por los soldados, condenado por los jueces, porque ve en él la imagen transfigurada de su propio destino.” De esa manera, concuerdo con el pensamiento de Paz, pues ese Cristo, aquí no era en un principio un Dios.
Un bloque enorme se levanta después de la conquista y según Paz nace una España más, pues somos parte de la tradición Universal de España, pero el mexicano existe en una España abierta, que rompe su cárcel por respirar el aire libre del espíritu.
Recalca bien Octavio Paz, que el mexicano no es el único individuo que siente soledad, pues incluso hay soledad en el nacimiento, en la muerte, cada instante de nuestra vida puede ser un instante de soledad y no es cuestión de elección, es una condición, con la que todo individuo tiene que lidiar.
Así el mexicano considero yo, dentro de mi reflexión, que las heridas del tiempo, que han roto lazos, costumbres, tradiciones e incluso han deformado las situaciones socio-politico-economicas dentro del país, crea desilusión, depresión, perdida de ideologías, aislando al mexicano, transformándole en un “ente” solitario.
Daniel López Beltrán, FES-Aragón-UNAM
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